Hoy estaba pensando...
¿Habrá llegado el momento de comprarme una balanza?
En mi casa en Lima siempre había una en el baño, pero desde que vivo en Londres nunca he comprado ni tenido una. Han pasado casi cinco años y me pregunto si es momento de tener una balanza en casa.
No es un tema de peso. No estoy preocupada por cuánto peso y no me peso todos los días -ni todas las semanas. A pesar que a veces el peso es o ha sido un tema -sobre todo algunos Domingos- la razón por la que me pregunto si debería comprar una balanza es otra.
En el trabajo hay una balanza un tanto escondida. La balanza vive en un cuartito blanco donde convive con una camilla, una mesa, dos sillas y catálogos con información diversa. De cuando en cuando me provoca pesarme y organizo visitas a este cuarto. Mis visitas son muy cortas y secretas. No porque sienta la necesidad de esconderme para pesarme, sino porque no existe razón/excusa alguna para que yo entre a ese cuarto. Esa balanza no es para los que trabajamos ahí.
Normalmente divago cerca a la puerta esperando que sea el momento adecuado. Cuando este momento llega me meto al cuartito y me subo a la balanza, me quedo quieta un segundo y luego salgo con las mismas. No sé porqué, pero me gusta este momento de 'escape'. Disfruto escaparme del trabajo y concentrarme en mí, en mi cuerpo y en mi relación con él a través del tiempo. Disfruto la experiencia de subirme a una máquina que registra en números lo que cargo y me demuestra que hay épocas ligeras y otras cargadas de equipaje de sobra. Lo que esa máquina no registra es cómo tomamos ese numerito de dos dígitos que aparece. A veces ese número es -en nuestra cabeza- más pesado que el equipaje en sí. A veces es sólo un número más en nuestro equipaje.
Dejemos los números por ahora y regresemos al cuartito de la balanza.
Nadie se había dado cuenta que entraba hasta hoy.
Hace tiempo que no me pesaba así que decidí organizar una visita a la balanza. No hay nadie cerca así que manos a la obra. Entro al cuarto, me peso tranquila y cuando estoy por salir me doy cuenta que alguien está afuera y al parecer a punto de entrar. Me pongo nerviosa. Sin pensar extiendo el brazo, agarro el primer catálogo que encuentro para justificar mi presencia en ese cuarto y salgo apresurada. Me encuentro cara a cara con el 'alguien' que quería entrar.
Lo que ocurre ahora es la razón por la cual me pregunto si es momento de comprar una balanza.
Noto que el 'alguien' -un colega inglés con el que me llevo bien, pero con el que no tengo mucha confianza- me mira con una sonrisa y actitud extraña. Me pregunta si todo está bien. Le respondo que sí, que todo está en orden. Me provoca decirle cuánto peso, pero me doy cuenta que no viene al caso. Me quedo parada y él también. Me pregunto si él tiene una excusa para estar aquí o si anda en búsqueda de la balanza como yo. Noto que su sonrisa extraña continúa, pero ahora acompañada de una mirada sospechosa e intensa con dirección a mis manos. Bajo la vista y me doy cuenta lo que está pasando. No está mirando mis manos, sino a lo que sostienen ellas. Está mirando el catálogo que saqué del cuarto.
Yo también miro el catálogo y leo el título por primera vez.
Primer plano del título:
"Breastfeeding. The best start for your baby" ("Amamantar/Dar de lactar. El mejor inicio para tu bebé")
Este título viene acompañado de una foto. Noto que en cuestión de segundos los dos miramos la foto. Es una mujer muy feliz dando de lactar a su bebé. Linda foto, pero no muy linda la situación en la que me encuentro. Se me ocurre que quizás hubiera sido mejor que me encuentre pesándome.
Obviamente que no estoy embarazada y que no necesito esta información, pero ¿cómo le explico eso al inglés que me acaba de ver saliendo apurada del cuartito con este catálogo en la mano? ¿Qué le puedo decir? ¿'Sorry!, me equivoqué de catálogo? Me doy cuenta que no hay muchas salidas coherentes. Le diga la verdad (mi interés clandestino por la balanza) o le diga la mentira (mi interés en aprender a dar de lactar a pesar de no estar embarazada) no me va a entender.
Me parece tan absurda la situación en la que me encuentro que me hace reir. Me acuerdo de las carcajadas contagiantes de mi abuela mientras las dos cómplices comíamos su arroz con leche. Sólo el olor viniendo de su cocina me hacía sentir en casa. Segura. Me río más fuerte. Contagio de risa a mi colega inglés y terminamos los dos riéndonos a carcajadas. Yo no sé porqué se ríe y él no sabe porqué me río yo, pero nos carcajeamos juntos. Nadie entiende ni pregunta nada. Coherencia cero. Absurdo cien. Me doy cuenta que mi clown anda disfrutando mucho este momento así que acto seguido abro el catálogo y empezamos a ver todos las fotos de adentro. Mi colega cada vez entiende menos, pero se ríe más. Decido que la risa me va a liberar de dar explicaciones.
Entre risas y con catálogo entre manos me despido de mi colega y me voy a trabajar.
Y me voy también a la pregunta del inicio.
¿Habrá llegado el momento de comprarme una balanza?
En mi casa en Lima siempre había una en el baño, pero desde que vivo en Londres nunca he comprado ni tenido una. Han pasado casi cinco años y me pregunto si es momento de tener una balanza en casa.
No es un tema de peso. No estoy preocupada por cuánto peso y no me peso todos los días -ni todas las semanas. A pesar que a veces el peso es o ha sido un tema -sobre todo algunos Domingos- la razón por la que me pregunto si debería comprar una balanza es otra.
En el trabajo hay una balanza un tanto escondida. La balanza vive en un cuartito blanco donde convive con una camilla, una mesa, dos sillas y catálogos con información diversa. De cuando en cuando me provoca pesarme y organizo visitas a este cuarto. Mis visitas son muy cortas y secretas. No porque sienta la necesidad de esconderme para pesarme, sino porque no existe razón/excusa alguna para que yo entre a ese cuarto. Esa balanza no es para los que trabajamos ahí.
Normalmente divago cerca a la puerta esperando que sea el momento adecuado. Cuando este momento llega me meto al cuartito y me subo a la balanza, me quedo quieta un segundo y luego salgo con las mismas. No sé porqué, pero me gusta este momento de 'escape'. Disfruto escaparme del trabajo y concentrarme en mí, en mi cuerpo y en mi relación con él a través del tiempo. Disfruto la experiencia de subirme a una máquina que registra en números lo que cargo y me demuestra que hay épocas ligeras y otras cargadas de equipaje de sobra. Lo que esa máquina no registra es cómo tomamos ese numerito de dos dígitos que aparece. A veces ese número es -en nuestra cabeza- más pesado que el equipaje en sí. A veces es sólo un número más en nuestro equipaje.
Dejemos los números por ahora y regresemos al cuartito de la balanza.
Nadie se había dado cuenta que entraba hasta hoy.
Hace tiempo que no me pesaba así que decidí organizar una visita a la balanza. No hay nadie cerca así que manos a la obra. Entro al cuarto, me peso tranquila y cuando estoy por salir me doy cuenta que alguien está afuera y al parecer a punto de entrar. Me pongo nerviosa. Sin pensar extiendo el brazo, agarro el primer catálogo que encuentro para justificar mi presencia en ese cuarto y salgo apresurada. Me encuentro cara a cara con el 'alguien' que quería entrar.
Lo que ocurre ahora es la razón por la cual me pregunto si es momento de comprar una balanza.
Noto que el 'alguien' -un colega inglés con el que me llevo bien, pero con el que no tengo mucha confianza- me mira con una sonrisa y actitud extraña. Me pregunta si todo está bien. Le respondo que sí, que todo está en orden. Me provoca decirle cuánto peso, pero me doy cuenta que no viene al caso. Me quedo parada y él también. Me pregunto si él tiene una excusa para estar aquí o si anda en búsqueda de la balanza como yo. Noto que su sonrisa extraña continúa, pero ahora acompañada de una mirada sospechosa e intensa con dirección a mis manos. Bajo la vista y me doy cuenta lo que está pasando. No está mirando mis manos, sino a lo que sostienen ellas. Está mirando el catálogo que saqué del cuarto.
Yo también miro el catálogo y leo el título por primera vez.
Primer plano del título:
"Breastfeeding. The best start for your baby" ("Amamantar/Dar de lactar. El mejor inicio para tu bebé")
Este título viene acompañado de una foto. Noto que en cuestión de segundos los dos miramos la foto. Es una mujer muy feliz dando de lactar a su bebé. Linda foto, pero no muy linda la situación en la que me encuentro. Se me ocurre que quizás hubiera sido mejor que me encuentre pesándome.
Obviamente que no estoy embarazada y que no necesito esta información, pero ¿cómo le explico eso al inglés que me acaba de ver saliendo apurada del cuartito con este catálogo en la mano? ¿Qué le puedo decir? ¿'Sorry!, me equivoqué de catálogo? Me doy cuenta que no hay muchas salidas coherentes. Le diga la verdad (mi interés clandestino por la balanza) o le diga la mentira (mi interés en aprender a dar de lactar a pesar de no estar embarazada) no me va a entender.
Me parece tan absurda la situación en la que me encuentro que me hace reir. Me acuerdo de las carcajadas contagiantes de mi abuela mientras las dos cómplices comíamos su arroz con leche. Sólo el olor viniendo de su cocina me hacía sentir en casa. Segura. Me río más fuerte. Contagio de risa a mi colega inglés y terminamos los dos riéndonos a carcajadas. Yo no sé porqué se ríe y él no sabe porqué me río yo, pero nos carcajeamos juntos. Nadie entiende ni pregunta nada. Coherencia cero. Absurdo cien. Me doy cuenta que mi clown anda disfrutando mucho este momento así que acto seguido abro el catálogo y empezamos a ver todos las fotos de adentro. Mi colega cada vez entiende menos, pero se ríe más. Decido que la risa me va a liberar de dar explicaciones.
Y me voy también a la pregunta del inicio.
¿Habrá llegado el momento de comprarme una balanza?
Pienso
que no,
que no ha llegado ese momento.
Si hubiera tenido una balanza en casa hoy no me hubiera reído a carcajadas y mi trabajo no hubiera olido a arroz con leche.
Por otro lado, no es momento de comprar una máquina para cuantificar mi equipaje. Es momento de abrirlo y de nuevamente crear con él y a partir de él.
Esta Loka se trae algo entre manos además de catálogos, carcajadas e historias.
Aunque suene absurdo y aunque contagie...como las carcajadas de mi abuela. De mi Mamama.
Pienso
que no,
que no ha llegado ese momento.
Si hubiera tenido una balanza en casa hoy no me hubiera reído a carcajadas y mi trabajo no hubiera olido a arroz con leche.
Por otro lado, no es momento de comprar una máquina para cuantificar mi equipaje. Es momento de abrirlo y de nuevamente crear con él y a partir de él.
Esta Loka se trae algo entre manos además de catálogos, carcajadas e historias.
Aunque suene absurdo y aunque contagie...como las carcajadas de mi abuela. De mi Mamama.
Me encantó Vale!! me trajo muchos recuerdos a la mente...
ResponderEliminarQue sigas pensando..y escribiendo..e invitándonos a leerte!
Un beso grande! Virginia
Vir,
ResponderEliminarMuchas gracias. Qué bueno que te trajo recuerdos! Me encanta que seas fiel a mi blog! Gracias.
Un beso enorme!
V.
El cuento y la foto me han dado esa ternura tristona pero buena nota que viene con el cielo húmedo de Lima (¿o Londres?), y en que un arroz con leche (a la mierda la balanza) de tu mamama (mi mamá) hubiera caído de perlas. Un beso,
ResponderEliminarGabriel
Compinche,
ResponderEliminarJusto el cielo hoy en Londres anda bien húmedo y frío...qué daría por comer ese arroz con leche contigo!!
Un besote,
V.
Valeria, acabo de regresar de viaje, recién leo tu post.
ResponderEliminarMe has hecho reir muchísimo!!!!!!!!!!!!!
Me parece fascinante que tu clown se escabulla y te dé sorpresas tan divertidas como éstas.
Por favor no dejes de escribir... y menos dejes de entrar al cuartito de la balanza. Tu historia es tan rica como me imagino era el arroz con leche de tu mamama.
Un abrazo,
Ximena M.
Ximena,
ResponderEliminarQué maravilla hacerte reir.
Muchas gracias por leerme. Son y serán siempre importante tus comentarios y pensamientos.
Y sí, a dejar que mi clown a veces tome la batuta. Parece que a veces ella se maneja mejor en situaciones como éstas que yo!..En lo que siempre coincidimos es que el arroz con leche de mamama era el mejor.
Un abrazo,
V.
querida compa, en la oficina bloquean casi todo y llego muy cansada como para leer... ayer voté y hoy regresé a leer algunos post... puedo imaginar la escena y no paro de reir, no eres una loca, eres un LOCO! jajaja
ResponderEliminarlinda la foto, me trajo recuerdos bonitos.
todos los besos para ti.
gina
Compa!
ResponderEliminarNo soy un Loco, soy un LOKO!!
Gracias por leerme y comentar mi compa. Es muy importante para mí!
Todos los besos y abrazos para tí!
V.
Te leo por primera vez después de mucho mucho tiempo y tengo un entrañable encuentro contigo a través de tu historia, con cierta complicidad, con mucha nostalgia, con enorme placer, con amor del bueno. Después de leerte yo también me he puesto a pensar en que pienso que es un buen momento para buscar una balanza y ver cuanto llevo de más o de menos. Toda una aventura encontrarte Vale querida. Beso. Omar
ResponderEliminarO m a r!
ResponderEliminarNo sabes la felicidad al leer tu comentario y al saber que -por fin- te caes por este mundo de Lokos posts. Bienvenido¡
Con mucha nostalgia he leido tu comentario y me he dado cuenta que por más lejos que estemos nuestra amistad es más fuerte y pesada. No hay necesidad de ponerla en la balanza...pesa muchísimo y está llena de buenos recuerdos y futuros coloridos.
Vuelve pronto por aquí!
V.
Hola Valeria,
ResponderEliminarLeí tu post hace unos días y recién puedo comentar, aunque ya voté la emana pasada. Me he reído mucho! Tu clown te salvó de la situación.
Sigue escribiendo!
Andrés
Andrés!
ResponderEliminarQué bueno volver a saber de tí. Gracias por leer, comentar y encima votar!
Seguiré escribiendo!
V.
JA! Me encanto!
ResponderEliminarA mi SIEMPRE me pasan cosas por el estilo.
No soy religiosa (podria definirme como espiritual), pero estoy segura que hay alguien al que le gusta ponerme en el mismo tipo de situaciones para reirse un poquito de mi... Y la verdad es que al final yo tambien termino sonriendo.
Sigue escribiendo! Me gusta.
Lsday,
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar. !Bienvenida!
En el fondo esas situaciones nos ayudan a reirnos de nosotras mismas y de las situaciones que terminamos viviendo, ¿no?
Espero "verte" por este espacio nuevamente.
V.
a esa edad, la de tu foto, en la casa de tu abuela, la de la foto, tu juego preferido eran dos intercalados, el primero, correr a toda velocidad, anunciándolo como "ahora corro". Y segundos después, ante el espejo, decías "ahora me peino" y eso duraba poco porque seguía "ahora corro" y "ahora me peino", varias intercaladas veces. Yo tu tío entonces paciente de tifoidea te miraba y oía. Eras ya divertidamente esa que llamas loka, y supongo que las dos vocaciones que citas en tu siguiente y autoanalítico blog, actuar y observar, se anticipaban. Correr, supongo, era tu energía; peinarte en el espejo de tu mamama era,supongo, ser parte o abrir la puerta del mundo de los grandes. Dualidades que no hay que perder. Que tengas un Londres con flores, trenes frontales que lleven a destino, danzas y teatro. Ý estés y sigas bien. un beso AOZ
ResponderEliminarAugus,
ResponderEliminar¡Ahora te contesto!
Qué bonito comentario. Me gustó mucho leerlo. Muchas gracias. Me encanta que te acuerdes cuando era de la edad de la foto. Ahora hay todo tipo de aparatos, Facebook, Twitter, etc...para registrar esos momentos, pero en mi "época" no habían esas cosas así que necesito la memoria de mi tío y su gran capaciad de ponerlas en relato. Te voy a mandar un email a ver si te acuerdas más.
Un abrazo enorme,
Vale